Travesía por el cañón del Chicamocha por Inés Bayona

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Travesía por el cañón del Chicamocha por Inés Bayona

Por | 2018-04-09T15:32:14-05:00 abril 9th, 2018|Caminatas, Crónicas, Entrenamiento|Comentarios desactivados en Travesía por el cañón del Chicamocha por Inés Bayona

Travesía noche y día!!! por el Cañón del Chicamocha…
Un entreno, la montaña, amigos, y una EXPERIENCIA MÁS, DE VIDA TOTAL!!!

Mientras corría y admiraba lo que veía y sentía dentro de mí, decidí que quería compartir, escribir, y agradecer la oportunidad de estar ahí; ¿pero por dónde empezar y cómo? ¿Después de todo lo vivido en pocas horas, o muchas!!! 84 km y 20 horas por Santander?

Hay muchas maneras de escribir-describir la misma experiencia: por ejemplo, desde la teoría, precisión física con la matemática de entrenos y la hoja de vida de mi vida de corredora; eso se lo dejaría a SR24FIT-Santiago Rodríguez quien me ha formado y me conoce perfectamente y quien momento a momento transmitió la importancia de “cuidar cada detalle” y la “magia de correr en la montaña”. Hoy podría decir, adquirí la propia magia, que me ha llevado hasta estos lugares y experiencias que ahora comparto con ustedes, seguro me acompañará dentro de mí por el tiempo que sea, pero siempre quedará como una huella de vida maravillosa. También, podría escribir desde el tipo de alimentación para esta experiencia de travesía de ultra-maratón, con 90% autoabastecimiento, mínima seguridad y asistencia, preparación previa, durante y post, al detalle y muy específica. Santiago con mayor conocimiento y precisión, podría explicar qué como y qué debo consumir y reponer necesaria y adecuadamente de líquido y alimentación. Es él quien me ha enseñado, asesorado y mantenido informada en este aspecto indispensable de un entrenamiento y su desempeño en el momento de ponerlo en práctica y vigencia. Otra manera de describir una experiencia, es desde la técnica de montaña y los cuidados a tener en la montaña. Para estos dos aspectos, le pediría a Héctor Ramírez quien me acompaña en los fondos y poco a poco me ha ido asesorando, puliendo y sugiriendo posturas, forma, ejercicios mientras corro-camino “paso ultra”; incluyendo la técnica con los bastones que hasta ahora estoy iniciando. Sería él quien podría escribir sobre este tema y de mi experiencia sobre acompañamiento técnico. También el detalle de las plantas, animales y orientación que la grandes montañas exigen mientras las corremos, Héctor es el indicado.

Para entender el trabajo mental y la fortaleza que se requiere para este y todas las actividades que asumimos en la vida, tendría que yo misma como psicoanalista escribir sobre la importancia y necesidad de la fuerza y claridad mental, necesaria para sobrellevar y terminar una meta trazada. Como ven, no es fácil decidir cómo escribir y compartir esta experiencia. Cada uno Santiago, Héctor y yo misma como psicoanalista haríamos cada uno un gran documento por separado, que sin duda, enriquecería a cada uno de ustedes mis queridos lectores. Por esto mismo, decidí escribir esta experiencia de vida con mi corazón, donde reúno todos los aspectos desde mi sentir y experiencia adquirida con ellos y vivida por mí desde las entrañas, con las huellas que dejan, que quedan como marcas y tatuajes en la piel o como diría mi querido Freud, como una huella mnémica que marcará tu vida. Espero que a ustedes también algo les quede dentro de si mismos. Así pues, vemos todos los “componentes” indispensables o más bien, que Yo considero indispensables; cada uno en sí y todos reunidos, para tener presentes al  entrenar y practicar el deporte y correr especialmente en la montaña. A esto, es lo que hace un tiempo denominé: “entreno TOTAL”, físico, alimentación, técnica, mente y el corazón!!!!!

Así como otras experiencias de mi vida, esta travesía marcó aspectos en lo personal emocional, como madre, como profesional, como amiga, alumna y corredora de Montaña; como ser en la vida y humana que soy. Desde mi casa, con vista de Bogotá en una tarde de domingo de Pascua, semi-oscura, lluviosa y fría, en una  recuperación activa; aún mi mente y cuerpo con el alma de la montaña y la satisfacción de haber logrado lo planeado con una sensación de plenitud y satisfacción inalcanzable, les comparto activamente mi experiencia, en una de las zonas preseleccionadas como “maravilla natural del mundo”, SI que es una maravilla con todo su esplendor. Muchas emociones encontradas, días, horas y momentos antes de la salida, durante y después. Desde la planeada, empacada y recuperada de una lesión días antes, en mi mente no importaba qué ni cómo, estaba la travesía del Chicamocha, que Héctor Ramírez invitaba como un entreno. Así lo quería vivir, correr toda la noche, amanecer y seguir corriendo para tener la experiencia dentro de mí, experiencia total y completa, que en este, mi cuarto año de corredora, necesito para lo que he venido formando de la mano de Santiago, y Héctor los últimos años complementando, acompañándome en las salidas y cuidados en la montaña. Me preparo para los proyectos del 2018, que me emocionan día a día para levantarme a cada entreno con ilusión, ganas y también cansancio y alguna molestia que no puede faltar en el día a día de un corredor, así me dice Santiago “siempre hay algo que nos va a molestar pero es diferente a una lesión”. Soy muy afortunada de tenerlos, ellos a su manera me ayudan a levantarme a cada entreno, unido a mis ganas, disfrute y compromiso!!!

Con mi equipo todo pensado para la ocasión como quien va a el evento mas esperado, zapatillas que mas me acomodan en la montaña, combinada y vestida de azul como el cielo, verde como las montañas y negro como la noche; todo esto repasaba en mi mente y sonreía con miedo e ilusión; mientras esperábamos la salida del bus en la terminal de transporte de San Gil que nos llevaría después de hora y media a Puente Pescadero. Mi mente recorría cada detalle, las palabras de Santiago “no descuides los detalles, cuídate, escucha tu cuerpo” se repasaban por mi mente, cada pensamiento de ilusión y cada deseo para lograr la travesía planeada por Héctor y conversada durante nuestras salidas. El sueño esperado se estaba haciendo realidad, y yo sabía que tenía que aguantar para llegar al punto final, 74 kms. Pero también sé que “aguantar” NO es suficiente. ¿Para mí, cuál es la clave para terminar lo iniciado, aguantar y sobrellevar los momentos difíciles de una carrera o en este caso un entreno? Es DISFRUTAR, como describe a los Tarahumaras Christopher McDougall en “Nacidos para correr”. Yo misma pude ver y compartir esa sensación en Urique en la Ultra-maratón Caballo Blanco y al año siguiente en Tenerife, Valle del Cauca en Pachamama Trail: dice McDougall, que goce y disfrute, el compartir sin esperar recibir, el KORIMA en el leguaje propio Tarahumara; es lo que les permite recorrer esas distancias en terrenos y condiciones precarias. Cada vez más convencida que así es para cualquiera de nosotros corredores, o por lo menos para mí, por cada experiencia que he tenido en la montaña, en entreno o carrera. Esa es la magia que llevo adentro, gozar el momento, a pesar de estados de sufrimiento y agotamiento, no olvidar mi propósito, deseo y fortuna de poder estar en ese lugar en ese preciso momento sola o acompañada, en este caso muy acompañada.

Empezando a subir en Puente Pescadero, una humedad que en pocos segundos parecíamos salidos de una ducha fresca pero calorosa, mientras Héctor señalaba y describía las matas de las que nos deberíamos cuidar, los sonidos de pito de seguridad, y la necesidad de mantenernos los cuatro juntos en todo momento: Héctor, Andrés Zambrano, Andrés Araoz y yo. Los cantos de los pájaros del atardecer y el sonido de la bruma de humedad, la brisa que en la zona de Ventorrillo en cada giro a la derecha nos refrescaba, la madre LUNA bajo el cielo nublado marca su salida esplendorosa con su iluminación adicional a nuestras linternas que empezaban a marcar los pasos de nuestros primeros kilómetros de recorrido, solo subida precaria y tupida, camino a penas demarcado de piedra suelta que en mala pisada, rodaba mientras el tobillo del que venia atrás la paraba. Nuestra respiración y sudor que marcaban la subida, acompañaba las luces de la vía a Bucaramanga que desaparecían y aparecían como línea recta, marcando ritmo, sin despegar la mirada de cada pisada. En el fondo, el río Chicamocha como su lenguaje lo dice “hilo de plata que brilla bajo la luz de la luna”, aún alcanzaba a resonar en la lejanía, y brillaba entre el atardecer algo nublado pero iluminado por la luna que aparecía y desaparecía. Nuestro pasos y respiración de subida con 75 km y una noche y parte del siguiente día por delante, se interrumpen con una esplendorosa culebra roja y amarilla que se atraviesa en nuestro camino. Viendo en el horizonte, el pico y luz en la cima de uno de los picos de montaña, era nuestro primer punto de parada; estación de teleférico Tabacal. El canto orquestado de los sapos y su eco en el cañón, son otra compañía de la naturaleza madre para esta travesía que apenas comenzaba. ¿Qué pensaba? Solo pensaba y disfrutaba, limpiando el sudor y sin quitar la mirada de cada pisada, de la fortuna de la vida de permitirme estar viviendo y disfrutando ese silencio ruidoso de la noche que comenzaba a oscurecer y ahondarnos en el cañón. Héctor me pregunta, “¿te pasa algo, te veo preocupada?”. Yo estaba era inmersa en mí misma, en ese estado de satisfacción, plenitud y agradecimiento mientras mi respiración y cuerpo luchaban con los latidos de mi corazón de emoción y esfuerzo de mantener el ritmo y reservar las fuerzas para lo que venía.

Recuerdos, personajes, momentos de mi vida iban y venían con lágrimas y sonrisas que no se manifestaban en la oscuridad de la montaña y sí dentro de mí. El burro que nos recibió con su canto en la lejanía cuando nos acercamos a la estación del teleférico, dos hombres que bajaban por el camino real, cruzando nuestras miradas y esperando encontrar “la tienda abierta” para rellenar nuestras bebidas, irrumpieron en mi meditación de nostalgia, gratitud y satisfacción. La lesión que traía y que tanto temía, quedó en el olvido y pasado durante toda la travesía. Esa es la montaña y correr en sus caminos, no solo alimentan el alma sino sanan los dolores físicos con la ayuda de la mente que en ocasiones nos hace tan malas jugadas o nos premia con la fuerza que nos proporciona. Yo estaba TODA ahí, presente de alma, mente, cuerpo, disfrutando y sudando cada pisada, cada sonido, cada cambio de color e iluminación de la noche en el Cañón.

Parece que de mi padre, heredé un poco su sangre aventurera. De mujer de hogar que mucho disfruto inculcado por mi madre; me traslado entre el uno y el otro, a esos momentos de expectativa y aventura, respetando, midiendo e intentado cuidar cada detalle; en busca de esa tranquilidad y satisfacción que nos ofrece la vida y en ocasiones no vemos o dejamos pasar desapercibida. Resuenan en mi las palabras de mis hijos “dale mami”, solo cuídate. Gracias a ellos por la libertad que me permiten, acompañan y apoyan. 11k llevábamos, cuando la tienda de la estación iluminó con sus luces nuestros ojos de alivio para recargar el agua, y fruta para saciar y darle un toque de energía natural a nuestros cuerpos empapados con una noche que aún faltaba. Bajando con ritmo para poder llegar al nivel del río y atravesar al otro lado del cañón, carreteras destapadas, algunas casas que disfrutaban del jueves Santo, iluminaron el canto de algunos personajes habitantes de la zona, pasando por la Mojarra para llegar a la Meseta de los Santos. Caminos correteables marcados por la luz de la luna nos permitieron avanzar el recorrido para llegar en el tiempo estimado a Jordán, pueblo más pequeño de Colombia donde una alimentación caliente nos esperaba. Este premio lo tendríamos después de otra subida real a la Mesa de los Santos. Las ranas nos dieron su bienvenida con la orquesta filarmónica, mientras los búhos y lechuzas volaban y se paralizaban frente a nosotros, con sus inmensos ojos mientras nos alumbraban el camino. ¡Qué esplendor de naturaleza!. En ocasiones interrumpíamos nuestros silencios, cada uno inmerso en sus pensamientos y emociones, con historias y mitos como el de la madre que llora y llama al hijo “la llorona”, jajaja, paramos en ocasiones para escuchar el “lloriqueo”, todos la escuchamos y reíamos. Continuando el camino. Compartimos experiencias, intercambiamos nuestra comida, siempre los cuatro juntos vivimos esta magia de la media noche para llegar a Jordán. El puente colgante que une esta población con el Cañón y la majestuosidad del río que resonaba y bajaba con seguridad, su construcción colonial y sencilla e impecable con el “olor” que se recreaba en nuestras mentes del caldo de papa y arroz que nos esperaba. Aceleramos el paso casi interminable hasta llegar al refugio Shangri-la (eterna juventud). Mi abuelo paterno bautizó así su finca de recreo en las afueras de Bogotá, reviví momentos de esa época, de mi niñez y de él con tanta emoción que me sentía llegando a saludarlo. La montaña nos permite revivir y recordar momentos vividos aparentemente enterrados, esa es la magia y maravilla de estos largos re-corridos, “todo puede pasar y en todo se puede pensar y recordar”. Amablemente nos esperaban con los platos servidos. Recargamos relojes, agua, estirada, nos reímos de los ojos hundidos que ya traíamos, pero salimos felices sin marcas de calor ni cansancio para el camino real de Jordán de subida que nos llevaría hasta el Alto de Marta. El caldo, arroz, huevo perico y coca-cola helada, rápidamente desaparecieron de nuestros cuerpos para mantener la altura y el paso de la energía con la que salimos. El reloj marcando 1:30am ya del viernes. El camino real como su nombre lo ilustra, lo llevamos con realeza, bailando con la respiración de los pasos y el silencio de la noche, con corazones calientes y satisfechos del alimento en Sangri-la que nos dio juventud, vida y motor para subir sin dudar al ritmo que marcamos.

Ya con el canto del gallo de alguna casa lejana, algunos perros que cantaban y se comunicaban entre ellos marcando el amanecer aún en la oscuridad, el camino real queda a nuestras espaldas, despidiéndonos del Cañón que nos acogió por tantas horas con un abrazo de nostalgia de esos que uno no quiere soltar, tratando de grabar en la mente y guardar en el corazón cada sonido, olor, color y momento vivido en esa profundidad colorida y oscura, amable, dura e incansable, silenciosa con el canto de la naturaleza. El ritmo y la marcha de los bastones dieron el paso como tacones de bailarines sobre un entablado, con armonía y musicalidad para mantenernos alerta del sueño que empezaba a llegar con el amanecer, hasta tocar el Alto de Marta. Buen ritmo y buena compañía en armonía. En la distancia las luces de Villanueva aparecen en todo su esplendor. Acelerando los pasos, bajando como si estuviéramos comenzando, el color del cielo y el canto de los pájaros nos marcan el amanecer llegando a ritmo y enteros a las 5am, 47 km, con el olor, color, sabor y alegría de la montaña.

Personajes caminando por sus calles desoladas, en la plaza, carpas de frutas y alimentos se organizan para la bienvenida de los visitantes en el día. No quería que amaneciera, no quería irme de la “fiesta de la naturaleza en el Cañón, que con tanta emoción bailé y disfruté”. Creo que hasta ojos aguados sentí pero me lleve el recuerdo vivo que ahora comparto y escribo. Nada abierto, “no desayuno hasta las siete am”, es lo único que escuchamos, pero como siempre, un “ser especial” me acompaña, aunque ya no fuera la luna llena de la montaña. Aparece la señora de las frutas con un gusto y amabilidad nos corta piña, patilla y banano, mientras esperamos los otros compañeros que nos acompañarían el resto de la travesía; Barichara, antenas de San Gil, Guarigua baja y San Gil. Con la frescura y refuerzo del grupo, nosotros cuatro satisfechos de la noche en el Cañón, salimos con rapidez y vitalidad en compañía de los demás, a llegar a Barichara a desayunar. Camino real, carretera, recuerdos de otras carreras, me llevaron a paso firme hasta llegar al encanto y maravillas de Barichara. Desayuno, otro grupo, otros tiempos que revivieron recuerdos profundos del corazón, y algo en mi animo bajó. Mucho me costó con frío y algo entumida, retomar el paso y seguir el recorrido demarcado para San Gil. Los bastones ayudaron, el calor empezó a pegar en el camino interminable hacia las Antenas. La subida, que en otras ocasiones fue rápida, esta vez fue multiplicado su sensación de distancia, lenta y pesada. Los nuevos marcaban el paso, los que veníamos de la noche aún con el olor del “caballero de media noche”, algo lentos y quedados intentamos seguirles.

Antenas de San Gil que parecía que se movieran en la lejanía, llegamos y fue sentirse en casa. El ritmo y energía regresaron, el entreno se nota, el fondo te salva y las ganas de vivir la satisfacción de logrado, llevaron a mis piernas a moverse como si estuviera empezando, para festejar la llegada. Hasta el km 47 en Villanueva, poco sufrimiento sentí, estaba como diríamos “entera”. Después de una parada larga, con frío de las 5:00 am y mojada de sudor por la humedad que nos lavó desde un comienzo, me impulsé hasta Barichara para intentar sentir el mismo bienestar, logré bien la llegada, pero me desgasté. De ahí hasta antenas de San Gil, me sentía pesada, lenta, chiquita, pensamientos de agobie y no saber cómo terminar se venían a mi mente, “descompuesta y descompensada”. En este momento 16k que supuestamente faltaban, poco a poco nos dimos cuenta se están convirtiendo en aproximadamente 26k. Sufrimiento, agotamiento y malestar generalizado iban invadiendo todo mi ser. Hice un “repaso de los detalles”: No traía dolores físicos, estaba con buena reposición de líquido aunque en Barichara debería haber comido mejor, faltaba menos de la mitad del camino, estaba bien acompañada. Era mi mente la que me estaba haciendo una mala jugada.. Ahí retomé mi compostura física y mental, con la ilusión de terminar la travesía en buenas condiciones, travesía que horas atrás sentí tristeza en la despedida del cañón, que se iba a terminar; ahora ya no quería parar, quería seguir avanzando hasta llegar y llegué sintiéndome bastante bien. Logré recomponerme con mi mente. Tanto que lo he leído y escuchado, “la fuerza no esta en las piernas, esta en la mente”. Qué satisfacción cumplida, en tiempos esperados, con los mejores momentos y recuerdos de la noche, momentos compartidos profundos, pensamientos y recuerdos revividos, momentos de sufrimiento y recuperación, dolores del corazón más sanos, más ilusiones y expectativas con lo que viene del año. Esto es para mí vivir y re-correr la montaña con el disfrute-goce a pesar del sufrimiento. Para no perderme de experiencias como esta, entreno, madrugo, me alimento sano, leo de experiencias de otros, escucho y pongo metas. Para vivir esto, leo y aprendo de otras experiencias, para esto me preparo, para esto me rodeo de los mejores.

Gracias mis amigos de la montaña!!! todos los que he conocido y con quienes he compartido, cada uno especial. Les agradezco el tiempo vivido!!!

Gracias a mi entreno TOTAL sandals-pinole- korima citando a Caballo Blanco, y yo traduzco en: preparación física-alimentación- alma… es que puedo vivir desde mis entrañas re-correr la montaña!!!!!

Ines Bayona
inesbayona@hotmail.com
Bogotá, 1 Abril 2018

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